Ni un libro en todo el año. Eso es lo que leen el 37,1% de los jóvenes catalanes de edades comprendidas entre los 14 y los 29 años. Es decir, nada. El dato lo facilitó el domingo Ferran Mascarell, conseller de Cultura de la Generalitat de Catalunya. Y no es de extrañar que, a continuación, añadiera que el aumento del índice de lectura era uno de los objetivos de esta legislatura, tarea a la que sin duda ha de contribuir la red de 351 bibliotecas municipales que hay en Catalunya, donde cada año se reciben 23,5 millones de visitas.
Por más positivo que sea el progreso de la red de bibliotecas - sin duda lo es-y por más satisfactorios que sean esos 23,5 millones de visitas - que también lo son-,está claro que un 37,1% de jóvenes completamente refractarios a la cultura libresca es un porcentaje alarmante. Uno de cada tres catalanes entre 14 y 30 años no lee jamás un libro. Se trata, además, de ciudadanos crecidos en la época del predominio de la imagen sobre la letra impresa, de las casi saturadas autopistas de la información y de las redes que favorecen los contactos constantes, pero superficiales, sobre los hábitos sosegados y reflexivos que se asocian a la experiencia lectora... No será fácil, por tanto, reducir esa bolsa del 37,1% de jóvenes que dicen no leer ni un libro al año. Y, sin embargo, hay que luchar denodadamente para que esa cifra se reduzca. De ello depende bastante más que el balance que pueda presentar un conseller al final de la legislatura.
Por más positivo que sea el progreso de la red de bibliotecas - sin duda lo es-y por más satisfactorios que sean esos 23,5 millones de visitas - que también lo son-,está claro que un 37,1% de jóvenes completamente refractarios a la cultura libresca es un porcentaje alarmante. Uno de cada tres catalanes entre 14 y 30 años no lee jamás un libro. Se trata, además, de ciudadanos crecidos en la época del predominio de la imagen sobre la letra impresa, de las casi saturadas autopistas de la información y de las redes que favorecen los contactos constantes, pero superficiales, sobre los hábitos sosegados y reflexivos que se asocian a la experiencia lectora... No será fácil, por tanto, reducir esa bolsa del 37,1% de jóvenes que dicen no leer ni un libro al año. Y, sin embargo, hay que luchar denodadamente para que esa cifra se reduzca. De ello depende bastante más que el balance que pueda presentar un conseller al final de la legislatura.
Editorial de La Vanguardia
Y porque el estudio no está hecho a nivel nacional, que si no...
ResponderEliminarNo me preocupan tanto los de 14 años, los adolescentes siempre han sido malos lectores, pero entrar en la veintena sin el hábito de la lectura, eso es una pena.
A mí me empezó a gustar la lectura gracias a Andreu Martí y la saga de Flanagan, antes de eso todo me parecía de una moralina insoportable.
Las cosas como son. Las consolas, la televisión o internet aportan una diversión instantánea. Sumergirse en una historia requiere esfuerzo y es difícil convencer a un adolescente de que ese esfuerzo merecerá la pena.
Yo recuerdo con terror los libros que me mandaban en el cole, con historias que en ese momento no me resultaban atractivas ni divertidas. Luego llegó Manolito Gafotas y Flanagan y la cosa cambió. Ahora tenemos Harry Potter, o incluso la saga de Crepúsculo para más mayores, que les vuelve locos. Así que sabemos que ellos están dispuestos a abrir un libro.
Tal vez parte del problema resida en que hay que conocer a los lectores, hay que saber que esperan y ante todo hay que comprender que te enfrentas a una competencia tecnológica de lo más atractiva.
Y hay que darles lo que quieren, porque si se pierde un lector a esa edad difícilmente se recuperará pasado los treinta.