Por Ricardo Bosque
Hace ya unos cuantos años, los lectores de novela negra interesados por algo más que el último sueco de moda teníamos la oportunidad (allá ustedes si se la perdieron) de conocer a un detective patrio de nombre Basilio Céspedes y apodo mucho más internacional y reconocible, Humphrey, que así es como le llamaba todo el mundo en el Poble Sec y alrededores.
Evidentemente, el nombre de Humphrey obedece, sin duda alguna, a la profesión de nuestro hombre y, tal vez, a su sentido pragmático e irónico de ver la vida, así, como a cierta distancia. Porque, la verdad, de violento Basilio tiene bien poco (más bien se confiesa él mismo torpe con los puños e incapaz de empuñar un arma, ya sea blanca o de fuego); de solitario, lo justo, pues siempre puede contar con su vecino y colaborador Billy Ray Cunqueiro -gallego de Orense con aspiraciones neoyorquinas-, el comisario Jareño -su proveedor oficial de casos a investigar-, el Sargento García -exlegionario con la sensibilidad a flor de piel para quien las estrellas nocturnas son defectos de fabricación del cielo- o el Tío Matías, capo calorro por cuyas manos pasan todos los negocios turbios del barrio a la vez que se puede manifestar, sin despeinarse siquiera, por unas calles libres de drogas; y de mujeriego, en sueños, porque en la realidad se tiene que conformar con una puta de cabecera siempre dispuesta -Maruchi la Desdentá, imagínense ustedes cuál es la especialidad de la casa- y algún ligue imprevisto que le permite alegrar la jornada. Pero esto último muy esporádicamente, no se crean ustedes que todos los días es fiesta en casa de Céspedes.
Bien, como decía al principio, a toda esta peña la conocíamos ya evolucionada en dos novelas que no eran las primeras de la serie, sino la segunda y tercera de la misma. Sus títulos ya invitaban a robarlas de la librería de turno si era menester y adoptarlas para siempre jamás: Putas, diamantes y cante jondo y Una anciana obesa y tranquila. Y detrás de ellas encontrábamos a un escritor, Luis Gutiérrez Maluenda, con oficio y sabiduría y dosificando con precisión las gotas de humor, de violencia o de crítica social que toda buena novela de género debe tener para que personajes y situaciones sean creíbles y den forma a unas tramas francamente interesantes para el lector.
Pues bien, de la mano de Flamma Editorial podemos ahora conocer los orígenes del personaje, o sea, la primera novela que el autor escribió con Basilio Céspedes como protagonista, en la que hacen su aparición los personajes con los que ya estamos tan familiarizados y con un título tan sugerente como los anteriores: Los muertos no tienen amigos. Y, de paso, podremos constatar que terceras partes -en orden de publicación, que no de escritura- son tan buenas como las primeras o segundas.
Si perdieron esa anterior oportunidad, ahora pueden conocer el universo barriobajero de Humphrey desde sus inicios y, seguro, terminarán buscando por todas partes hasta encontrar ejemplares de las dos siguientes novelas -o anteriores, según veamos el asunto-. Si no lo hacen, se arrepentirán, pero esto último no se lo tomen como una amenaza -no todos podemos ser tan duros como Bogart- sino como un consejo de amigo.
Me lo agradecerán. Acepto lo típico: Visa, American Express, Mastercad…
Fuente: La Balacera
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