Una merienda junto al camino
Arkádiy y Borís Strugátskiy
Normalmente la literatura y el cine nos presentan a
los extraterrestres muy interesados en la Tierra, sus habitantes, sus genes o
sus recursos naturales. Pero los hermanos Strugátskiy nos ofrecen otra visión: para los extraterrestres
no somos más que hormigas para una familia que ha parado un momento a comer un
bocadillo en la pradera del bosque.
De una manera muy natural los
autores mezclan varios estilos y géneros, llegando a hablar de zombies y héroes,
de hallazgos y pérdidas, de amor y locura.
El libro dio origen a la película de
ciencia ficción Stalker (conocida en algunos países de
habla hispana como La zona), que salió en 1979 dirigida por el famoso director
ruso Andréi Tarkovski. También existe un videojuego homónimo basado en el mismo
libro, STALKER: Shadow of Chernobyl.
Tienes que sacar lo bueno de
lo malo, porque no hay más dónde conseguirlo.
R.P. Warren
De la entrevista realizada por
el corresponsal especial de la radio Harmont al doctor Valentín Pilman con el
motivo de la celebración de su premio Nobel de Física en 19…:
–¿Probablemente su primer gran descubrimiento, doctor
Pilman, es así llamado radiante de Pilman?
–Creo que no. El radiante de Pilman no es el primer
descubrimiento, tampoco tan importante, ni siquiera es un descubrimiento. Y no del
todo mío.
–Estará bromeando, doctor. Cualquier alumno de
bachillerato conoce el término del radiante de Pilman.
–No me sorprende. El radiante de Pilman, en realidad, fue
descubierto por un alumno de colegio. Desgraciadamente no recuerdo su nombre.
Consulte en La historia de Visita de
Stetson, lo cuenta todo en detalle. Así que el radiante lo descubrió un menor
de edad, las coordenadas fueron publicadas por un estudiante, pero por alguna
razón le dieron mi nombre.
–Ya, con los descubrimientos a veces pasan cosas raras.
¿Podría explicar a nuestros oyentes, doctor Pilman…?
–Escúcheme, compatriota. El radiante de Pilman no es un
concepto bien claro. Imagínese que hago girar el globo y le doy varios disparos
de un revólver. Los agujeros en el globo aparecerán siguiendo el trazo de una
ligera curva. El concepto de aquello que Usted llama mi "gran descubrimiento" es un
hecho muy simple: las seis Zonas de Visita se encuentran en la superficie de
nuestro planeta como si alguien le hubiese disparado de una pistola, ubicada en
la línea Tierra-Deneb. Deneb es el alfa de la constelación del Cisne. El punto
del espacio del que, como si dijésemos, disparaban se llama el radiante de
Pilman.
–Gracias, doctor. Queridos harmontenses, ¡por fin nos han
explicado bien qué es el radiante de Pilman! Por cierto, ayer se cumplieron
justamente trece años desde el día de la Visita. Doctor Pilman, ¿podría dedicar
algunas palabras a sus compatriotas en esta relación?
–¿Qué es lo que podría decir? Tengan en cuenta que yo en
aquella época no estuve en Harmont…
–Incluso es más interesante saber en qué pensó cuando su
ciudad natal resultó ser objetivo de la visita de una supercivilización
extraterrestre…
–A decir verdad, pensé que era un timo. Era difícil de
imaginar que en nuestro pequeño y viejo Harmont puede ocurrir algo así.
Entendería si fuese Gobi, Newfoundland, ¡pero Harmont…!
–Sin embargo, al final tuvo que dar crédito.
–Al final, sí.
–¿Y qué pasó entonces?
–De repente se me ocurrió que Harmont y otras cinco Zonas
de Visita… perdón, en aquel momento sólo había cuatro… que todas ellas encajan
en una curva muy suave. Calculé las coordenadas y las envié a Nature.
–¿Y no le preocupó el futuro de su ciudad?
–Verá, ya creía en la Visita, pero todavía no me
convencían los avisos sensacionalistas sobre los incendios urbanos, monstruos
que devoraban selectivamente a niños y viejos, sobre las batallas sangrientas
entre los extraterrestres invulnerables y los equipos de tanques reales,
altamente vulnerables, pero muy honrados.
–Tenía razón. Recuerdo que los periodistas confundimos
cosas en aquel entonces. Pero volvamos a la ciencia. El descubrimiento del
radiante de Pilman no es el primero, ¿pero probablemente no será el último de
sus aportes al conocimiento sobre las Visitas?
–El primero y el último.
–Pero sin duda suele prestar atención a los estudios
internacionales en las Zonas de Visita…
–Sí, de vez en cuando les doy una ojeada a los Informes.
–¿Se refiere a los Informes del Instituto Internacional
de las Culturas Extraterrestres?
–Sí.
–Y en los últimos trece años, en su opinión, ¿cuál es el
descubrimiento más importante?
–El propio hecho de la Visita.
–¿Disculpe?
–El mismo hecho de la Visita es el descubrimiento más
importante no solamente de los últimos trece años, sino de toda la existencia
de la humanidad. No importa qué clase de extraterrestres fuesen aquellos, ni de
dónde hubiesen llegado, ni para qué hubiesen venido, ni por qué pasarían tan
poco tiempo ni a dónde se marcharían después. Lo importante es que ahora los
humanos sabemos con certeza que no estamos solos en el Universo. Me temo que el
Instituto de las Culturas Extraterrestres ya no podrá conseguir un
descubrimiento más fundamental.
–Es curioso, doctor Pilman, pero me refería más bien a
los descubrimientos del carácter tecnológico. Aquellos descubrimientos, que
podría aprovechar nuestra ciencia y tecnología terrestre. Pues varios
científicos respetados consideran que los objetos encontrados en las Zonas de
Visita son capaces de cambiar el rumbo de nuestra historia.
–Bueno, yo personalmente no soy partidario de este punto
de vista. Y en lo que se refiere a los objetos rescatados, no soy especialista.
–Sin embargo, ya desde hace dos años ejerce de consultor
en la Comisión de Visitas de la ONU.
–Sí, pero no tengo nada que ver con el estudio de las
culturas extraterrestres. En la comisión mis colegas y yo representamos la
comunidad científica internacional cuando surge la necesidad de control del
cumplimiento de la resolución de la ONU respecto a la internalización de las
Zonas de Visita. En pocas palabras, vigilamos que solamente el Instituto
Internacional sea quien puede manejar las maravillas encontradas en las Zonas.
–¿Acaso hay alguien más quien pretende conseguirlas?
–Sí.
–Me imagino que se refiere a los stalkers?
–No sé quiénes son esos.
–Aquí en Harmont llamamos así a los tíos valientes que se
arriesgan a entrar en la Zona y traen de ahí cualquier cosa que puedan
levantar. Es casi una nueva profesión.
–Entiendo. No, no nos responsabilizamos de ellos.
–Está claro, la policía es quien se ocupa de ellos. Pero
sería interesante saber cuáles son sus funciones, doctor Pilman…
–Tenemos que tratar con el flujo ilegal de los materiales
de la Zona de Visita a las manos de personas irresponsables y algunas organizaciones.
Nosotros nos ocupamos de los resultados de este flujo.
–¿Podría concretar un poco más, doctor?
–Mejor hablemos del arte. ¿Es posible que a los oyentes
les interese mi opinión de la hermosa Gvady Muller?
–Por supuesto, pero antes querría terminar con la
ciencia. ¿Usted como científico no siente tentación por ocuparse de los
hallazgos extraterrestres?
–Bueno, ¿qué podría decir?... Pues sí.
–¿Entonces los habitantes de Harmont podemos esperar que
algún día veremos a nuestro compatriota paseando por las calles de la ciudad?
–Es posible.
1. Redrick Schuhart, 23 años, soltero, auxiliar de laboratorio de
la sucursal del Instituto Internacional de las Culturas Extraterrestres en
Harmont.
El otro día al atardecer estábamos en el almacén, sólo
quedaba cambiar el uniforme y marchar al Borzch para tomar alguna gota de las
fuertes. Yo estoy de pie, apoyado contra la pared, ya he plegado y tengo un
cigarrillo preparado, me muero por fumar, ya van dos horas que no lo hago, pero
éste sigue con lo suyo: carga con una caja fuerte, la cierra, la sella, ahora
con la otra, levanta las vacías de la
cinta transportadora, examina cada una por todos lados (y es que pesa, cabrona,
seis kilos y medio, por cierto) y gimiendo la coloca al estante, con mucho
cuidado.
Se dedica a las vacías desde hace muchísimo tiempo, y
todo sin ningún beneficio para la humanidad. En su lugar, ya lo habría dejado y
me pondría a trabajar en otra cosa por el mismo sueldo. Aunque, por otro lado,
si te lo piensas, las vacías son una
cosa misteriosa y algo irracional. Cuántas de ellas ya he levantado, pero aún
así cada vez que la veo, alucino. Nada más tiene dos discos del tamaño de un
plato pequeño, de unos cinco milímetros de anchura, la distancia entre ellos es
de unos cuatrocientos milímetros, pero, aparte del vacío, entre ellos no hay
nada. Es decir, absolutamente nada. Puedes meter ahí la mano, incluso la
cabeza, si estás completamente deslumbrado, pero sólo encuentras el vacío, el
aire. Sin embargo, hay algo entre ellos, una fuerza, como yo lo entiendo,
porque nadie ha conseguido acercar los discos ni separarlos.
No, amigos, esta cosa es difícil de describir si alguien
no la ha visto, es demasiado simple a primera vista, hasta que no la veas con
tus propios ojos y te das cuenta. Es como intentar describir un vaso o, Dios
perdóname, una copa: sólo mueves los dedos y maldices de la impotencia. Bueno,
consideremos que ya lo habéis entendido, y si alguien no lo ha hecho, buscad
los Informes del Instituto, ahí en cualquier número hay artículos con fotos de
las vacías.
Bueno, pues Kiril pelea con las vacías ya casi un año. Yo
trabajo para él desde el principio, pero aún no entiendo qué intenta conseguir
y tampoco me interesa tanto saberlo. Que lo entienda el mismo, entonces quizá
le escuche. De momento una cosa está clara, necesita deshacer una vacía, cueste lo que cueste, diluirla
con ácidos, aplastarla con una prensa, fundirla en un horno. Entonces lo
comprenderá todo, tendrá honores y gloria, y toda la ciencia temblará del
placer. Pero aún está lejos de aquel día. De momento no ha conseguido nada, se
ha desgastado, se hizo gris, callado, ahora tiene los ojos de perro, incluso
lagrimean. Si fuese otra persona, lo emborracharía como un cosaco, lo llevaría
a una mujercita, para que le de movimiento, al día siguiente le volvería a
emborrachar y llevar a una mujercita, y así dentro de una semana sería como
nuevo, vivo y alegre como una ardilla. Pero este remedio no le sirve a Kiril,
ni se lo ofreceré, es de otra especie.
Pues bien, estamos en el almacén, le estoy mirando y veo
que el tío ha perdido el aspecto, tiene los ojos hundidos, y me da pena.
Entonces me decidí. Es decir, como si no fuera yo, sino que alguien me hiciera
abrir la boca.
–Escucha –digo–, Kiril…
Él está aguantando la última vacía con tal pinta, como si
estuviera dispuesto a meterse entero ahí dentro.
–Escucha –digo–, Kiril. Y si tuvieras una vacía llena, ¿eh?
–¿Una vacía llena? –repite y mueve las cejas como si le
hablase en chino.
–Pues sí –digo–. Esa misma trampa hidromagnética, como se
llama… objeto 77B, pero con una cosa azul por el medio.
Veo que empieza a captar. Levanta la mirada, entrecierra
los ojos, y tras una lágrima canina aparece un destello de raciocinio, como el
mismo se expresaría.
–Espera –dice–, una cosa igual, ¿pero rellena?
–Eso es.
–¿Dónde?
Mi Kiril ya está curado. Como una ardilla.
–Vamos a fumar
–digo.
Traducido por Maria Rempel