David González | aviondepapel.tv
Adrienne Monnier se suicidó el 18 de junio de 1955. Padecía el síndrome de Ménière. Un pitido taladraba constantemente su cabeza. Los papeles que se encontraron tras su muerte se compilan hoy en Rue de l´Odeón (Gallo Nero, 2011). Este libro es una pequeña autobiografía que muestra la vida y trayectoria de una mujer emprendedora, que acometió la aventura de fundar una librería, en un tiempo en el que la palabra librera estaba vinculada más a las viudas o a las herederas de los libreros.
El establecimiento lo abrió en la Rue de l´Odeón, justo en el Barrio Latino de París. Lo llamó La Maison des Amis des Livres, un nombre ya mítico para el gremio librero. Era 1915. Poco después, la Primera y la Segunda Guerra Mundial devastarían Europa.
La Maison des Amis des Livres se convirtió en lugar de encuentro de escritores cuyas obras pasaron a la universalidad de la literatura: Paul Valèry, Samuel Beckett o Ernest Hemingway, por ejemplo, frecuentaron el local. Sin embargo, el establecimiento no sólo logró fama por ello, sino también porque Monnier revolucionó, a su manera, el concepto de librería.
En Rue de l´Odeón, por ejemplo, se narra cómo en 1917 Monnier organizó su primer encuentro poético sobre la obra de Paul Valèry. Era una tarde de invierno y en La Maison des Amis des Livres se darían cita Léon-Paul Fargue, André Gide y un André Bretón, precursor del surrealismo, aún en uniforme militar. La guerra no había terminado y la lectura de poemas comenzó bajo la tenue luz de unos candelabros.
Aquellos encuentros literarios no fueron la única marca de la casa de La Maison des Amis des Livres en los años posteriores de entreguerras. Monnier también se percató de que los tiempos habían cambiado. Después de la primera contienda mundial, los libros eran caros y la gente no los compraba como antaño. Asimismo, los libreros tenían que competir con los gabinetes literarios (centros con préstamo de libros), con la radio y con los semanarios de literatura.
“No teníamos mucho dinero, detalle que nos obligó a especializarnos en la literatura `de la época´. Apenas abrimos con 3.000 volúmenes, mientras que algunos gabinetes de lectura se anunciaban con hasta 100.000 libros”, escribió Monnier.
Además de esta cuidada selección de títulos y autores nuevos, la librera también apostó por una venta híbrida. Así, La Maison des Amis des Livres desplegaba en su entrada un tenderete de libros de segunda mano y de saldo.
Asimismo, Monnier fue contra la doctrina dominante de que el préstamo mataba la compra. Los gabinetes literarios prestaban libros a cambio de una cuota y ella quiso emular el sistema. Su librería decidió crear un abono de lectura para prestar novelas y poemarios. Sus clientes se llevaban un ejemplar, lo leían y, luego, si les gustaba, lo adquirían.
“Resulta casi inconcebible comprar una obra sin conocerla. (…) Toda persona de cierta cultura experimenta la necesidad de tener una biblioteca particular compuesta por libros que le gustan”, explicaba Monnier en sus escritos.
“Después de la guerra se editó demasiado. La especulación es la causa de todos los males. ¿Es el uso del préstamo lo que ha mermado las compras? La gente como nosotras no tiene razón para afrontar con pesimismo el futuro del libro: la élite no ha disminuido, más bien al contrario”, profetizaba Monnier en Rue de l´Odeón.
Otra de las iniciativas de Monnier fue lo que ahora se llama estrategia vertical. Aquella librera primeriza maduró y creó varias editoriales para traducir libros extranjeros. Por ejemplo, ella fue quien introdujo la obra de Hemingway a los lectores franceses o quien logró que Samuel Beckett tradujera Finnegans Wake, de James Joyce.
Toda aquella pasión por los libros culminó un 18 de junio de 1955. La Maison des Amis des Livres cerraba unos años antes de la muerte de su fundadora, tras tres décadas de actividad literaria.
“Pongo fin a mis días al no poder soportar más los ruidos que me martirizan desde hace ocho meses”, escribía antes de su suicidio.
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