NURIA AZANCOT | Publicado el 
22/07/2011
[...] según el Ministerio de Cultura, las  novelas policiacas suponen el 15 por ciento de las novedades anuales. En  el último ejercicio se editaron 1.050 títulos de novela negra, que  facturaron 44,2 millones de euros. De la trilogía Millenium de Stieg  Larsson se han vendido más de 3.600.000 ejemplares y La playa de los  ahogados de Domingo Villar ha superado los 150.000. Pero, ¿qué pasa  cuando los autores (y no el mayordomo) son los asesinos (o ladrones, o  estafadores...)? El Cultural revisa sus expedientes... 
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Cervantes | 
Imaginen  la escena: un juez abrumado, la sala desbordada de curiosos y en el  banquillo unos desconocidos llamados, por ejemplo, Cervantes, Jack  London, Verlaine, Chester Himes, Jean Genet, Althusser, Álvaro Mutis,  Gregory Corso o Jack Kerouac... Imaginen el grosor de los expedientes,  sin tener en cuenta, además, los que pudieran hacer referencia  a  cuestiones políticas ni sexuales. No se trata, en este caso, de censura  ideológica ni de amores que no se atreven a decir su nombre. Imaginen  también el miedo, la ingenuidad de algunos acusados y  la maldad de  tantos rivales literarios que celebran el mal  ajeno. La sala se va llenando, y el juez pide silencio, mientras sube al estrado el primer acusado, primus inter pares en todos los sentidos: Miguel de Cervantes, (1547-1616), encarcelado en dos ocasiones por supuesta estafa.
 Marcado por la desdicha, tras años de calamidades y nada ligero de  equipaje (Lepanto, cinco años de cautiverio en Argel, un matrimonio  desdichado y numerosas pendencias literarias), en 1587 Cervantes fue  designado comisario real de abastos (recaudador de especies) para la  Armada Invencible. Y su suerte no cambió: en 1592, en Castro del Río fue  encarcelado acusado de vender parte del trigo requisado, y en 1597,  siendo recaudador de impuestos, volvió a dar con sus huesos en la trena  de Sevilla durante cinco meses. ¿La causa? Simón Freire, el banquero que  custodiaba lo que el escritor recaudó, quebró según unas fuentes o huyó  con el dinero, según otras. Fue entonces cuando comenzó a escribir El Quijote, en esa “cárcel donde toda incomodidad tiene su asiento”.   
 Cervantes acabó demostrando su inocencia, algo de lo que no podía  presumir, en ningún caso, François Villon (1431-?), el mejor poeta  francés del siglo XV. ¿Cargos? El asesinato del religioso Philippe  Sermoise, un rival de amores, en 1456. Poco después participó en el  hurto del Colegio de Navarra y prosiguió sus fechorías en el valle del  Loira, donde fue encarcelado en 1461. Liberado meses después, volvió a  París y escribió Le Testament, pero fue arrestado de nuevo en 1462; torturado  y condenado a la horca, en 1463 se le conmutó la pena por 10 años de  destierro de París. Lógicamente, no se volvió a saber de él... 
  
Chatterton, el falsificador 
 De Ben Jonson (1572-1637), en cambio, se sabe todo: que fue uno de los  padres del teatro inglés y que en 1598 fue encarcelado por matar al  actor Gabriel Spenser en un duelo. Lo mejor fue su forma de huir de la  prisión. Convertido al catolicismo, obtuvo el llamado beneficio de clérigo, una suerte de amnistía por recitar un verso bíblico en latín ante el tribunal. 
 
 
Thomas Chatterton
 Si Cervantes fue acusado de desfalco y Villon y Jonson de asesinato y  robo, lo de Thomas Chatterton (1752-1770) no pasó de un juego literario  tan precoz como genial: con once años falsificó su primera obra maestra del medievo, la égloga Eleonure y Juga, asegurando que se trataba de un viejo manuscrito del siglo XV de un supuesto monje medieval llamado Thomas Rowley.  Después vendrían poemas, baladas, biografías y dramas. Para hacer más  creíble el embuste, Chatterton avejentaba el papel untándolo con ocre y  restregándolo contra el piso de ladrillo, y llegó incluso a componer un  diccionario Rowley-Inglés/Inglés-Rowley, pero pronto comenzaron las sospechas de fraude y el falsario acabó envenenándose con apenas 18 años. 
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| Paul Verlaine | 
 Verlaine, preso por amor
   Dos años menos,  dieciséis tenía Arthur Rimbaud cuando fue a vivir con  Paul Verlaine y su mujer, embarazada, en 1871. Los poetas huyeron a  Londres y Bélgica, pero en 1873, en Bruselas, Verlaine dio fin a esta  atormentada relación amorosa disparando en la muñeca a Rimbaud,  y fue  condenado a dos años de prisión, que cumplió  en Bruselas y en Mons.  
 
  Nuestro siguiente culpable  ha pasado a la historia como “pintor,  escritor y asesino”. Admirado por los más selectos círculos  intelectuales ingleses de principios del XIX, Thomas Griffiths  Wainewright (1794-1847) fue conocido como el envenenador de Londres:  celebrado por la élite cultural de la época, hizo un seguro de vida a  su cuñada por 18.000 libras meses antes de que muriese, por casualidad,  envenenada. El problema fue que le encontraron considerables  dosis de estricnina y la policía acabó descubriendo que había asesinado  también a su hermano, a un tío y a su suegro. 
 
 Mucho más inocente resultó Henry David Thoreau (1817-1862), que pasó un  día en la cárcel, el 23 de junio de 1846, por negarse a pagar los  impuestos dedicados a sufragar la guerra contra México. Fue, escribió,  “una novedad interesante”. La guerra le parecía injusta, por lo que  proclamó que “bajo un gobierno que encarcela a cualquiera injustamente,  el lugar en el que debe estar el hombre justo es la prisión”. 
 
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| O'Henry | 
A veces los escritores-delincuentes tienen mucho cuento, y se  convierten, como en el caso de O'Henry, en maestros del género tras su  paso por la  prisión. Su verdadero nombre era William Sydney Porter  (1862-1910) y simultaneaba su trabajo en el First National Bank  con el  alcohol, sus  escritos en un semanario humorístico llamado The Rolling  Stone, y una desdichada vida familiar. Acusado en 1895 de desfalco, no ayudó mucho a sus defensores al huir en julio de 1896 rumbo a Honduras.  La noticia de que su mujer estaba agonizando le hizo regresar a Estados  Unidos, donde fue juzgado y condenado a cinco años de cárcel, aunque  sólo cumplió tres por buena conducta: mientras, escribía los relatos a  los que debe su fama. 
 
 Sólo tres años después, en 1894, el novelista Jack London (1876-1916),  pasó un mes en la cárcel de Erie County en Buffalo (Nueva York) por  vagabundeo.  Una experiencia traumática porque, como escribió en The Road,  “La manipulación del hombre fue solo uno de los menores horrores no  aptos de mención, para evitar ofensas morales, de la penitenciaría”.  
  
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| Jean Ray | 
 El paso por la cárcel transformó a London, pero no tanto como a Chester  Himes  (1909-1984);  expulsado de la Universidad de Columbus en 1926 por  robo, sólo dos años después era condenado a veinte años de cárcel por  atraco a mano armada. En la cárcel consiguió una máquina de  escribir ,y leyendo a Dashiell Hammet se convenció de que  al menos  “podía hacerlo igual que él. Cuando mis relatos comenzaron a  ser publicados, los otros reclusos pensaron exactamente lo mismo”.  Liberado en 1935, la publicación de su primera novela en 1945 le  consagró como un genio  de ese género negro que tan bien conocía.  
 
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| Jean Genet | 
 Otra perla del crimen fue Jean Ray, seudónimo de Jean Raymond Marie de  Kremer (1887-1964), escritor belga de relatos de terror que fue  sentenciado a seis  años de cárcel por desfalco (y liberado dos años  después), dejando atrás acusaciones de tráfico de armas y alcohol. Eximio  mentiroso según algunos, sus amigos le consideraban “uno de los últimos  piratas”, y él convirtió la historia de su vida en su mejor ficción. 
Quien nunca renegó de sí mismo ni tuvo que reinventarse fue Jean Genet  (1910-1986), “rebelde absoluto” y ladrón precoz desde los diez años.  Para él, “lo sagrado era el sacrilegio contra los valores ensalzados por  la moral y su inspiración, el crimen, la homosexualidad y la traición,  trinidad en torno a la cual”, según apunta Javier Memba, “gira su obra”.  Genet consideraba el robo como una vocación sagrada y, fiel a  sí mismo, fue encarcelado en numerosas ocasiones por robo, prostitución y  pederastia... 
Los delincuentes beats
Al menos Genet no fue acusado de asesinato, mientras que otros autores  hoy olvidados pero popularísimos en su día, como Alfonso Vidal Planas  (1891-1965),  acabaron entre rejas, tras disparar en este caso concreto,  el 2 de marzo de 1923, en una taberna, a un periodista llamado Luis  Anton del Olmet. Condenado a 12 años de prisión, fue absuelto  3 después  y al acabar la condena se exilió.
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| Jack Unterweger | 
 Mención especial merece la generación de poetas beats que revolucionó la literatura del siglo XX: ninguno de sus miembros más destacados se libró de la cárcel.  El primero en subir al estrado ahora es Jack Kerouac  (1922-1969),  acusado de encubrir a Lucien Carr, compañero de cuarto de Allen Ginsberg  (1926-1997) en la Universidad de Columbia en los años 40 y que conoció a  Kerouac a través de la novia de Jack, Edie Parker. Carr asesinó a  puñaladas a David Kammerer en 1944, y se declaró culpable. Kerouac fue  condenado por  encubridor, pero, tras pagar una fianza de 2.500 dólares  recuperó la libertad. Años más tarde Ginsberg era detenido al encontrar  la policía material robado en su piso. El poeta pudo eludir la cárcel  pero no el psiquiátrico y descubrió que sí, que  “los abismos son  reales”.  
  
 
 También Gregory Corso (1930) fue detenido  por intentar vender una radio  robada; trasladado a una cárcel de Nueva York, permaneció varios meses,  siendo maltratado por los demás presos hasta que acabó en un  psiquiátrico. Por su parte, Neal Cassady (1926-1968) fue arrestado en  1958 por ofrecerse a compartir droga con un agente secreto de la polcía,  lo que le supuso una condena de dos años. 
 
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| Gregory Corso | 
 Peor le fue a William Burroughs (1914-1997), culpable de haber asesinado  en 1951, en Ciudad de México, a su mujer, Joan Vollner, jugando a ser  Guillermo Tell. El autor de El almuerzo desnudo disparó sobre la manzana que sostenía en la cabeza su mujer, pero hizo diana en su frente.  En su declaración afirmó que fue una muerte accidental, los forenses  mexicanos avalaron su versión y, pocos días más tarde regresó a Estados  Unidos sin  exceso de equipaje ni sentido de culpa. Su gran amigo  Kerouac llegó a escribir: “Bill es grande, y Joan le ha hecho aún más  grande que nunca”. 
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| Edward Bunker | 
 El expediente Bunker
 Otra grandeza siniestra , muy distinta, muestra Edward Bunker, que desperdició gran parte de su vida entre rejas. A  los 17 años se convirtió en el preso más joven de San Quintín y pasó  las dos décadas siguientes entrando y saliendo de diversas cárceles,  mientras, comenzaba a leer y a escribir. Sus libros  autobiográficos le han convertido en autor de culto, y autores como   William Styron y James Ellroy o Quentin Tarantino se declararon  fervientes admiradores suyos.  Otros autores-asesinos de nuestros días  son Hugh Collins (1944), uno de los delincuentes juveniles más  peligrosos de Gran Bretaña, y Jimmy Boyle (1944), que presumía de ser  “el hombre más violento de Escocia”. Autodefinido el primero como “una  bomba a punto de estallar”, Collins  fue condenado a cadena perpetua por  clavar un cuchillo de caza en el corazón de un pandillero rival pero  también Boyle  asesinó al lider de otra banda...   
 
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| Jeffrey Archer | 
 Los últimos años del siglo XX nos han  castigado con asesinos en serie,  pero pocos comparables al austriaco Jack Unterweger (1951-1994),  escritor y asesino en serie de prostitutas a las que mataba  estrangulándolas con el cinturón. Condenado a cadena perpetua  en 1974,   su talento literario, reflejado en piezas como La comedia infernal,  estrenada por John Malkovich,  hizo que escritores y artistas exigieran  su liberación. Sin embargo, poco después de lograrla, en 1993,  una  revista americana le contrató para escribir sobre un asesino en serie  estadounidense y Unterweger aprovechó su visita a la otra orilla del  Atlántico para volver a asesinar en serie. Sentenciado a cadena perpetua, prefirió suicidarse (ironías del destino) con su propio cinturón. 
 
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| José Giovanni  | 
Más escritores-delincuentes:  José Giovanni (1923-2004), un ganster que  acabó convertido en maestro de la literatura negra francesa, autor de  más de 20 novelas y 15 películas. Condenado a muerte por el asesinato de  tres personas, la condena se conmutó en 1956 y se revocó en 1986. Otro:  Jacques Mesrine, enemigo público de la seguridad francesa en 1975, con  un historial repleto de robos, asesinatos, secuestros y fugas  increíbles, de las que da cuenta en sus memorias, Instinto de muerte.   
 Culpable sin alegaciones ni descargos resultó Anne Perry, seudónimo de  Juliet Marion Hulme (1938), que asesinó a la madre de su mejor amiga,  Pauline Parker, cuando ambas supieron que aquella iba a divorciarse y  que su amiga iba a ser enviada a Suráfrica. A finales de junio de 1954  las adolescentes condujeron a la víctima a un camino solitario y la  golpearon 45 veces con piedras hasta matarla. La edad de las asesinas  compensó la brutalidad del crimen y ambas pasaron  cinco años entre  rejas, con la única condición de no verse nunca más. Juliet, convertida  en Anne Perry, ha logrado numerosos éxitos como escritora sin ocultar  jamás sus antecedentes ni su historia, que acabó siendo carne de  película gracias al filme Criaturas celestiales (1994), protagonizada por Kate Winslet. 
 
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|   Juliet Marion Hulme | 
 Tampoco se ha ocultado jamás el bestsellero Jeffrey Archer  (1940), candidato a alcalde de Londres en 2000, que tuvo que renunciar a  sus aspiraciones políticas tras ser acusado de perjurio y obstrucción a  la justicia en 1987. Expulsado del partido conservador, escribió y protagonizó la pieza teatral El acusado y pasó  cuatro años  en la cárcel.  
 
 Ninguno de los casos revisados por este tribunal tiene nada que envidiar  al de Krystian Bala, demasiado ficticio para ser verdad. Pero lo fue:  el 10 de diciembre de 2000, el cuerpo de un empresario apareció flotando  en el río Oder, en Polonia, sin que se encontrase al asesino. Tres años  después, un escritor de poca monta, Krystian Bala, publicaba la novela Amok, con una historia muy similar de celos y crímenes. La  policia, mientras tanto, recibió mensajes desde Corea y Singapur de  alguien que presumía de haber perpetrado el crimen perfecto, con datos  que tenían demasiado que ver que con el crimen. El problema fue  que más tarde se descubrió  que la mujer de Bala había mantenido una  relacion sentimental con víctima, y que  los mensajes los había enviado  el propio Bala desde su móvil, en sus vacaciones en el sureste asiático.   
 
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| Alvaro Mutis | 
Mutis, ¿malversador?
 En este  caso, la prudencia se rindió a la vanidad. Nada que ver con el caso que llevó entre rejas a Alvaro Mutis en 1956.   El escritor colombiano era entonces jefe de relaciones  públicas de la  petrolera Esso, que fue la que le denunció por una presunta malversación  de fondos.  Mutis logró refugiarse en México, con la ayuda de  Octavio Paz y Luis Buñuel, pero en 1958 el gobierno de su país solicitó  su extradición y fue encarcelado durante quince meses en el penal  Lecumberri. Allí nació El diario de Lecumberri, en el que narra  sus experiencias en la cárcel colombiana, “testimonio parcial de una  experiencia y la ficción nacida en largas horas de encierro y soledad.  La ficción hizo posible que la experiencia no destruyera toda razón de  vida”. 
 
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| Krystian Bala | 
 Remigio Vega Armentero, Maurice Sachs, Thomas Malory, Karl May, Abdel  Hafed Benotman... Los expedientes se acumulan, pero es imposible no  mencionar al menos dos más, uno dramático, bufo el otro. El primero nos  muestra, en noviembre de 1980, a Hélène Legotien pidiéndole a su marido  Louis Althusser,  que le diera un masaje en la espalda. El entusiasmo  del filósofo, ya seriamente enfermo, acabó con el estrangulamiento  mortal de su mujer, pero no fue juzgado y acabó recluido en el hospital  psiquiátrico Sainte-Anne hasta 1983. Murió en París siete años más  tarde. 
 
 El otro expediente, más divertido, lo narra Luis Racionero con humor en Sobrevivir a un gran amor y en sus Memorias de un liberal psicodélico. Corría el año 1981, y el poeta  Juan Luis Panero andaba rondando a la compañera sentimental de Racionero. Avisado  por amigos tan poco sospechosos como Gil de Biedma, Racionero, una mala  noche, acabó disparando algunos perdigonazos contra la ventana de  Panero, que salió huyendo y no se paró sino  en Colombia. A la  vuelta, eso sí, el poeta reconquistó el corazón de la dama, con quien  aún comparte su vida, en Torroella deMontrí. Y no hay perdigonazo que  valga.
Fuente: El Cultural